11.11.2005

CAFE

Eran las 6 y 23 de la tarde, el aire frío del invierno y el cielo tenue, eran sus aliados. La gente caminaba deprisa como si quisieran escapar de algo y de repente eso es lo que en verdad ocurría. No sabia si quedarse allí parada, esperando que algo bueno sucediera, o tal vez ya era hora de enfrentarse con esa realidad incierta que solo ella podría encontrar.
Entró con el rostro mustio y ensombrecido a un café solitario, pidió lo usual, café moka con dos de azúcar y golpecitos de canela. Encendió un cigarrillo y como de costumbre inicio su letanía imaginaria acerca de la vida. Si en verdad era confortable para los demás su estadía en este cuasi paraíso de inclementes que alberga a seres tan extraños, para los cuales su objetivo mayor es encontrar un pedazo de alma en su pozo de perdición. ¡Como si eso fuera todo en la vida!. ¿Acaso tu no lo crees?. Una voz ronca y nada melodiosa estremeció sus pensamientos. ¿Acaso tu no lo crees?. ¿Perdón?, respondió torpemente. ¿No crees que el capuccino es mejor que el café express?. A lo que respondió con cierta melancolía:“Yo creo en muchas cosas, lo difícil es creer en aquellas que viven en mi”. Con cierto desconcierto y fastidio aquella voz continuó su rumbo.
Rápidamente ella giro y se precipito al sitio más tranquilo posible, alejado de opiniones impertinentes e insulsas, que no entendían ni un ápice del desencanto de su alma por esos días. Tenia de fondo los compases de una antigua canción, esas de amores tortuosos que se agolpan a más no poder, explorando en lo desconocido, para luego extenuados recalar en otra historia. De pronto un sobresalto logro traspasarla e inmediatamente cogió su bolso y busco afanosamente “algo” y es que era difícil encontrar lo que buscaba dentro de ese desorden tan personal hasta que finalmente opto por vaciar el contenido del bolso en la pequeña mesa. Había toda clase de objetos, desde un encendedor deteriorado hasta un cassette de Soda Stereo, pasando por supuesto por llaves dispersas, diversos carnets, cigarrillos, cosméticos regados, el primer dibujo de su hermanito, stickers, pequeñas dedicatorias, lapiceros... etc. ¡Vaya al fin lo encontró! En ese momento respiro aliviada pues penso haberlo perdido y entonces procuro leer aquellas líneas que la librarían de la inminente desolación:

De repente quiero acabar
Con el café pasado
Con mi agenda cuidadosamente estructurada
De citas y visitas
A las que asisto puntualmente
Pero es tarde
Hace frío
Y estoy sola (Maria Emilia Cornejo)

Fue como la cura al mal irremediable y volvió a respirar aliviada. Era hora de abandonar el café, pago la cuenta y de reojo vio la voz roca debatiendo esta vez acerca de la situación económica. Se abrigo bien, saludo a algunos extraños y salió al mudo dejando atrás intimidantes contradicciones y descubriendo con asombro que el cielo ya no era tan cruel.

(Abril 1998 - IV Ciclo USMP) Porque prometí un relato, esos de los que se escribe, se olvida y cuando lo recuerdas prefieres no hallarlos, sino descubrirlos.

No hay comentarios: