3.02.2006

BURBUJA DE ORDEN




No puedo concebir la idea del “mejor déjalo para mañana” o “más tarde lo haces” o el insuperable “qué apuro hay”. ¿Que están locos?. ¿Qué les sucede?. Dejar trabajo para después resulta algo difícil de tolerar para una o un workholic. Para muestra un botón. Se malogró el sistema de fotocopiado. Considerando que el trabajo de Almudena se basa en armar juegos y juegos de fotocopias. Esto es fatal. Almudena camina y camina. Prende un cigarrillo. Mira el reloj. Hace unas llamadas y por su cara, la respuesta es negativa. Piensa que hacer, como hacer para sacar adelante el trabajo. Cada mañana, cada día, cada hora, pensando en todas las benditas hojas que tendrá que ver para ponerse al día. Finalmente, solucionado. Después de cinco días con 10 horas y 23 minutos, la dichosa máquina está ok. El alma le regreso al cuerpo, sin embargo conforme pasaba el tiempo sentía desfallecer, como si esa misma alma escapara poco a poco de él. Escuchaba los hasta mañana, gracias, nos vemos, cuídense, dejen todo apagado y cuando se le ocurre levantar la vista, estaba sola. El azul intenso de la noche se colaba por las modernas ventanas del edificio. El silencio era interrumpido por la última rotativa de aquel miércoles. Que más daba, lo importante era que estaba a punto de terminar. Tarea cumplida. Ordeno afanosamente cada archivo, de manera cronológica, como suele hacerlo todo workholic que se precie, y se sentó cómodamente en el sillón beige, fiel testigo del titánico desempeño. En aquel momento, Almudena sintió aquel viejo mueble como su cómplice fiel, su compañero de batallas, su amigo, como al padre que cobijaba tiernamente a la niña de sus ojos. Soñó con textos, gráficos, columnas, infografías y relojes. Un fuerte destello de luz penetro sus aletargados ojos. Almu! No lo puedo creer! Almudena se encontraba con la falda ploma, su prolija blusa blanca y sus sandalias rojas. Lo olvidaba, estaba con los mismos aretes del día anterior y el maquillaje echado a perder. Entro rápidamente al baño, se lavo la cara y cuando se disponía a empezar una nueva jornada, supo que el planeta no podría confabular tan despiadadamente contra ella. “Mañana te quiero 20 sobre 20. Vete a dormir”. No precisaba exactamente porque esas palabras estaban dirigidas hacia ella. Quizás fueron las ojeras, el cabello mal arreglado o la ropa arrugada. En ese instante se sintió terriblemente orgullosa de su indómita compulsión de workholic. Excepto porque su día fue torturado por la idea del trabajo atrasado. ¿Es que estaremos igual que Almudena? A punto de convertirnos en unas pobres marionetas que no tienen vida más que el trabajo. Hace poco leí que para muchos el trabajo es una burbuja de orden en una vida caótica. Nunca sentí más próxima una verdad y lo peor de todo no lo considero un problema. ¿Será que la vida es sencilla y las personas somos “las complicadas”?

No hay comentarios: