12.05.2005

De Sorbo



La pantalla luminosa del flamante televisor proyectaba las noticias de la noche. Sucesos que avasallaban la típica ciudad latinoamericana, que aunque vapuleada continuaba en la infinita e indómita lucha de poderes. El espeso humo del tabaco inundaba la recién estrenada sala, de confortables muebles de cuero blanco, tapices importados de lejanos continentes junto con la admirada “mala copia” del Marilyn Monroe de Warhol.

"Tu risa loca siempre me recordará de donde provengo”, musitó contemplando extasiado aquellos rubios cabellos en un fondo pop y levantando la finísima copa de vino tinto exclamó: “Porque yo siempre perteneceré a este lugar, a mi mundo sumergido en profundos aromas de sándalo y poder. Saludo tu mirada que conoció el arrebato de la fama y la soledad del desprecio. Estirpe maldita la de los Kennedy”.

Entre sorbo y sorbo, aquel admirado hombre caminaba de un extremo a otro. Del lado izquierdo, una funcional cocina mostraba refinados implementos culinarios convertidos en simples adornos, ya que muy rara vez almorzaba o cenaba en aquel lúcido departamento. En la parte frontal del minimalista espacio, un inolvidable ventanal ámbar daba la bienvenida a púberes recuerdos, seguido del tentador atrio en acero y vidrio.

Cautelosamente se sentó en una rústica silla, y aunque trato de recordar quién se la obsequió no logró hacerlo, su mente se esforzó por encontrar el rostro pero otro se traspuso de manera instantánea y absoluta. Era él no cabía duda, presuroso tomo el control del televisor, levanto el volumen de manera inconsciente. “Hasta el momento el occiso no ha sido identificado, mientras tanto su cuerpo será trasladado a la Morgue Central para realizarle los exámenes de rutina.

Recordemos que este se convierte en el tercer asalto realizado en la semana, desafortunadamente el primero que cobra victimas. Pasando a otro plano de la noticia, el alcalde...“. Sus pupilas absortas se petrificaron en la impoluta alfombra, las imágenes se volvían repetitivas una tras otra, cual regresiones agresivas se acumularon miradas, sonrisas, suplicas, abrazos, maldiciones, fragancias, y luz mucha luz. El pitido de las asombrosas notas del piano de Bethoven lo despertaron de su profundo letargo, de inmediato sus rebeldes ojos marrones apuntaron al teléfono. No quería responder, acurrucarse en el indomable regazo de su madre es lo que necesitaba y concluir este sueño de gloriosas miserias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

uhmmm... y dices k tu lo escribiste, por dios!

Anónimo dijo...

mmm creo que ama a su mamá xq su mamá lo mima