9.25.2006

Taconea mi niña



El gozo de la redención que iluminó su camino. Se evaporó. Esa mañana. Esa esplendorosa mañana de setiembre. Despertó con las fuerzas diluidas en un vaso de leche. Con un complot terrenal que desarmó todo indicio de ser. De sentir. Horas antes. Su cabello bailaba entre la marea del querer y no querer. Era imposible no embriagarse. El bamboleo perfecto del verde naranja destilado. El estrepitoso degradado de ese instante. Cada visión. La atrapó.

Luego sabría que la tonadilla recurrente. No era una mera casualidad. Las coplas que abrieron el preámbulo de esa media mañana. Le pasaron una exorbitante factura. Aquello era impermisible. ¿Cómo pudo suceder? Ella que volaba a palabra suya. Armando cada fantasía en trozos de realidad. Tendría que hacerlo sin vestigio de duda. Cogería una afilada navaja. Se vestiría de colores. Y al compás del suntuoso acorde gitano. Sin piedad. Acabaría con él. Poco a poco. Después quizás. Bailaría y enjuagaría algunas gotas. Ínfimas y efímeras. Trazaría un circulo. Y emprendería el mejor sortilegio al compás del breve taconeo.

La gracia gipsy del olvido. Para querer cada día más. Para rodearse del jolgorio flamenco y vivir. Por fin. Despabilarse. Mucho más. Muchísimo más. Y darse por completo. Quizás en un pequeño jardín de la Guaira. O buscar la razón del cuore. En algún salón embrujado de Andalucia. Con lirios y guitarras. Y es que a veces resulta volátil. Mi niña. El afán de la búsqueda atormenta. A todos. Sin excepción. Con locura y desenfreno. Pero que no te mate. Que te desordene un poco. Que te enloquezca en breve. Viste que te viene bien esa alegoría. Si esa. Aquella que escuchaste cuando terminaste tu tortuosa novena. Y precipitada. Como solo tu. Tiraras por la ventana aquel lamento.
Vamos Gala. Que tu nunca te cansas. Sigue con la danza. Que la música no termina. Y las bulerías aún acompañan los días. Que no te robe el sueño. Inunda tu habitación con esa dádiva de luz. De esplendor supremo. Total. Sabes que una deliciosa natilla con caramelo quemado al anís. Espera por ti. Ya puedes creerle a Quique Gonzales. Puedes dilucidar. Y completar el rompecabezas. Te regalo al sur la pieza que faltaba. “Quién te espera en una habitación de hotel? ¿Quién se estrena cuando tu te estrenas también? Ayer te montaste aquella escena para ver quien se dejaba querer. Primero se acercaron dos. Y luego se borraron. Pequeño rock and roll sudando en el jardín, nunca quiso ser de nadie. Ya sé que estás en otra, amor. Pequeño rock and roll, ya sé que estás a punto de decirme adiós”. Que mago acorazado eres Gonzales. Bendito fue el sortilegio caló que te encontró.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo no escribo ni mal ni bonito. Me conoces, no escribo, pero me gusta leerte, y rescatarte y recordarte que eres el pedacito de locura más bonito, y tu que no te lo creias. BF

Unknown dijo...

Ay mi Calorro Gracias por existir! Pero ya cumpli PAGAME!

Rolando Escaró dijo...

parece q la cosa es no importunar...
buen escrito, aunque no entendía que tenían que ver las fotos