Navidad Peruana

Ahora lo más deseado no se consigue en un gran almacén, cargándolo en la tarjeta y atesorándolo en tu cuarto.


Recuerdo una Navidad en especial. Cuando el punto de encuentro era mi casa. Mi mamá salía mismo comercial de tele con el pavo horneado y toda la gente respiraba aliviada: Uff! No se le quemó. O cuando mi papá con mis tíos –jóvenes de hoy chiquillos de ayer- jugaban a prender cuetecillos en el patio. Mi abuelita preocupada porque el conjunto de marinerito le quede perfecto a mi hermano de apenas meses. Mientras mi tío Oscar ajustaba con cuidado el broche de mi zapato blanco.

Los villancicos eran materia obligada. Y sentarse alrededor del árbol también. Darle besito al niño Jesús de la mano de los abuelos. Los abrazos de ¡Feliz Navidad! Mi mamá – especialmente radiante - gritando: ¡Los regalos¡ La sorpresa al romper el papel y ver lo que tanto quería. Una barbie, una cocinita portátil – lo máximo - mi pianito rosado y mi reloj amarillo. Los grandes brindando con champagne, mi hermano en su cuna. Los primos corriendo y la emoción convertida en algarabía.

Con el paso del tiempo, las instantáneas de momentos particulares se van transformando. Las sonrisas ya no son las mismas. El escenario es otro. Algunos personajes se mudan de historia. El destello de la celebración se viste de nostalgia. Y el regalo ideal ya no se esconde en curiosos estuches o coloridos papeles satinados. Ahora, lo más deseado no se consigue entrando a un gran almacén, cargándolo en la tarjeta y atesorándolo en tu cuarto. Sin duda no.

Me permito compartir con ustedes uno de mis regalos de Navidad. Y si bien no sé sus nombres ni sus edades, sé que esas sonrisas son mi auténtico obsequio en estas fechas. Porque la felicidad de uno recién comienza cuando se desata la alegría del otro.

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS USTEDES Y UN BRINDIS A LA DISTANCIA!

Celebración de la Navidad del niño chalaco en la provincia del Callao – Perú.